Son las siete de
la mañana y los primeros rayos de sol comienzan a teñir de mil colores la
muchedumbre congregada en el Pirenarium de Sabiñánigo. El día es especial: para
muchos ha estado marcado con color rojo en el calendario desde hace muchos
meses. Hombres, mujeres y máquinas forman una marea humana en la que palpitan
nervios e ilusiones a partes iguales. Perdidos en la multitud, en un rincón que
casi resultaría imperceptible a vista de pájaro, se encuentran nueve
aventureros vestidos de rojo y amarillo, los colores del Club Ciclista León. A
pesar de la tensión del momento los nueve se sienten unos afortunados al poder
participar en la XXV edición de la marcha cicloturista Quebrantahuesos. Y entre
ellos está quien ahora deja constancia de lo vivido en aquel día inolvidable.
En la impaciente espera del pistoletazo de salida los pensamientos se agolpan
en mi cabeza: -¿Qué pinta un cura como yo
en un lugar como este?- La respuesta no es complicada. Cumplir con un reto
personal que comenzó siendo una utopía, después pasó a ser un sueño y poco a
poco se convirtió en una ilusión. Y, como no podía ser de otra manera en mi
caso, me acuerdo del de arriba y le
pido: Señor, que no nos pase nada, que
volvamos sanos y salvos, que la experiencia sólo nos deje recuerdos hermosos.
Poco más tarde
estalla el cohete que indica el comienzo de la prueba, aunque a algunos todavía
nos toca esperar un poco más (un grupo de 8500 personas no se le puede pedir
demasiada agilidad en sus movimientos). Tienen que pasar unos cuantos minutos
para que por fin pasemos por la pancarta de salida. Ahora sí que ha llegado la
hora de la verdad. Por delante tenemos 200 kilómetros para pedalear, para subir
y bajar puertos, para sufrir y disfrutar, para admirar la sobrecogedora
hermosura de estos paisajes y exprimir nuestros cuerpos hasta sus propios
límites. Los primeros kilómetros pasan rápido y rodando a mil por hora. Ya nos
habían advertido de que el ritmo de salida es endiablado hasta que se llega a
Jaca. Con el lío de la salida los camaradas del club nos hemos dispersado y los
que hemos quedado rezagados intentamos alcanzar a los que van por delante.
Después de unos kilómetros unos cuantos logramos agruparnos, pero el comienzo
de las primeras rampas del Somport nos vuelven a separar. Comienza la parte
dura de la prueba y cada uno tiene que seguir el ritmo que le marcan las
propias fuerzas. Queda mucho por delante y los esfuerzos de más siempre se
pagan. El Somport será el primero de los cuatro puertos que nos esperan. La
subida sirve para calentar motores y para buscar sensaciones. Después vendrá el
Mari Blanc con la dureza de sus últimos cuatro kilómetros a más del 10% de
desnivel. Aquí ya nadie puede tirarse un farol. Cada uno sube como puede:
algunos sacando a relucir los buenos entrenamientos de la temporada, otros
haciendo equilibrios sobre la bicicleta para no ir a parar con sus huesos en el
suelo. Al coronar alcanzamos el ecuador de la marcha. A partir de ahora iremos
descontando los kilómetros. Pero todavía queda la subida al Portalet y a la Hoz
de Jaca. El primero es el juez de la quebrantahuesos. En sus 30 kilómetros de
subida puedes crecerte o hundirte definitivamente. Es la diferencia entre que
el puerto se te haga simplemente largo o interminable. Y el segundo, la Hoz de
Jaca, es la puntilla. Cuando parece que ya ha pasado lo peor, los dos
kilómetros de la última dificultad montañosa de la marcha son algo bastante
peor que una piedra que se te mete en el zapato. Y, si cada una de estas cuatro
ascensiones tiene su punto de dureza, ¿qué decir de sus respectivas bajadas? El
chillido de los frenos que no se deja de escuchar y el zumbido de las flechas
humanas que te van adelantando por todos los lados hacen que a uno le suban la
adrenalina y los “congojos” a la altura de la garganta. En los descensos
también es donde se aprecia el lado amargo de esta fiesta del ciclismo en forma
de percances y caídas, algunas con bastante mala pinta. Ojalá que ninguna haya
sido de gravedad y todos los que las sufrieron se recuperen pronto para seguir
disfrutando de la pasión por la bici. Pasada la Hoz de Jaca ya sólo quedan unos
cuantos kilómetros. No sabría decir cuántos, puesto que un bache mal puesto en
la carretera y mi torpeza en las bajadas hicieron que el cuetakilómetros de mi
bici saliera volando por los aires. Menos mal que ya faltaba poco, porque eso
de rodar a ciegas no me gustó demasiado. Ahora el objetivo es acomodarte en un
buen grupo y dejarte llevar hasta la línea de meta. Aunque se vuelve a rodar
rapidísimo los últimos kilómetros pasan despacio. Empieza la cuenta atrás: 10,
7, 5, 3 Km… hasta que por fin volvemos a entrar en Sabiñánigo. Es el momento de
disfrutar. El objetivo se ha cumplido. Me entran ganas de gritar, siento que me
tiembla todo el cuerpo, pienso en los míos y me digo: ¡Va por vosotros! Y al cruzar la línea de meta uno tiene la
sensación de estar viviendo unos de esos momentos irrepetibles en los que se
congela el tiempo y el mundo se detiene para que puedas meter un instante en el
cofre de tus mejores recuerdos; esos que te acompañarán toda la vida.
Esto es lo que dio
de sí mi primera Quebrantahuesos. O mejor, una parte de ella. La otra parte
quizá es todavía mejor que la primera. Es la del compañerismo, la de la
camaradería, la de las risas, la de las palabras de ánimo y de fuerza, la de
las anécdotas compartidas…
Y en esta otra cara de la QH estáis muchos de los que vais a leer esta crónica. Vosotros me hicisteis soñar un día con vivir esta experiencia. Vosotros habéis sido mis maestros en la escuela del ciclismo. Vosotros fuisteis mi motivación y mi estimulo en innumerables días de entrenamiento. Vuestras palabras de ánimo han sido gasolina para alimentar el motor de mi ilusión y mi empeño. Mi primera quebrantahuesos siempre será un poco vuestra. Y lo será especialmente de quienes compartisteis conmigo este momento. Quisiera terminar con una breve mención a los nueve de la comparsa:
Y en esta otra cara de la QH estáis muchos de los que vais a leer esta crónica. Vosotros me hicisteis soñar un día con vivir esta experiencia. Vosotros habéis sido mis maestros en la escuela del ciclismo. Vosotros fuisteis mi motivación y mi estimulo en innumerables días de entrenamiento. Vuestras palabras de ánimo han sido gasolina para alimentar el motor de mi ilusión y mi empeño. Mi primera quebrantahuesos siempre será un poco vuestra. Y lo será especialmente de quienes compartisteis conmigo este momento. Quisiera terminar con una breve mención a los nueve de la comparsa:
De Jorge puedo
decir que ha sido para mí algo parecido a lo que ha sido Kevin Roldán para
Piqué. Yo también le podría decir aquello de “contigo empezó todo”. Su tiempazo en la marcha le garantiza un
puesto en el cajón del próximo año. Será, sin duda, el rival a batir.
José Ramón (más
conocido en el mundillo como J.R.), fuente inagotable de anécdotas y
gesticulaciones y pura pasión por el ciclismo convertido en un verdadero estilo
de vida.
David, el hombre
de las grandes citas: nunca vi sacarle tantas prestaciones a los entrenamientos
del mes de mayo, ni tanta capacidad de concentración en los largos viajes en
coche.
De Juan digo que
si no existiera tendrían que clonarlo. Lo mejor del coche de apoyo en las rutas
de marzo y abril era, sin lugar a dudas, quien lo conducía. Ahora, ya sin
coche, Juanillo sigue haciendo lo mismo y con la misma generosidad: apoyando,
ofreciéndose para todo, aportando ideas y soluciones; todo un jefe de equipo.
Y esa Patri: sonrisa en la boca y corazón
valiente. Y, si no me equivoco, primera chica del club que saca un oro en la
QH. No hay reto que se le resista a la niña del grupo…
Jose (Sase) vino a
hacer una marcha cicloturista, pero creo que lo más duro fue cuidar de Regino
durante tres días. Estoy seguro de que la experiencia le resultará muy útil para
su recién estrenada paternidad. Me quedo con el momento Induráin: después de
más de veinte años de espera por fin tiene firmado su maillot amarillo. Su cara
en ese momento lo decía todo.
Regino ha
disfrutado con un niño (y creo que la expresión se puede interpretar en toda su
literalidad). Siempre nos acordaremos de su look vintage paseando por la feria
en la tarde del viernes. Gracias a su inconfundible aspecto nunca llegó a
perderse del todo entre la multitud. Que Dios le conserve esas dos cosas que
siempre son admirables en los niños: la bondad y la inocencia.
Para el final
dejamos a los hermanos Schleck: siempre discretos, siempre afables, siempre
sonrientes. ¡Y cómo andan los tíos, sobre todo cuando la carretera se pone para
arriba! A Rubén creo que Jorge le tendrá que invitar a unas cañas por los
servicios prestados en Somport y Mari Blanc. Javier también venía para dejar el
cronómetro temblando, pero la mala suerte se cebó con él: una avería en la
rueda le hizo terminar antes de tiempo. Sabemos que la rabia y la frustración
tardarán en irse unos cuantos días, pero estamos seguros de que volverás para
poner las cosas en su sitio. Cuenta con que nosotros estaremos allí para animarte
y compartir el momento.
A todos me sale
del corazón deciros una palabra: GRACIAS. Gracias a todos vosotros por haber
alimentado esta ilusión, por haberla hecho posible y por haber estado allí para
compartirla. Gracias a la vida por brindarnos momentos como el de este fin de
semana que ya forma parte de nuestras vidas.
José
Sánchez González (Un cura al que le gusta
esto de las dos ruedas)